jueves, 29 de noviembre de 2012

Las lluvias no son responsables de las tragedias sociales

El pueblo panameño es castigado de manera sistemática por las inclemencias sociales provocadas por las construcciones defectuosas y por las agresiones armadas de los gobernantes de turno. Todos los años, sin excepción, en la época en que la naturaleza arroja más agua sobre el istmo – el mes de noviembre – se producen las peores catástrofes: los ríos inundan las urbanizaciones de las principales ciudades del país, colapsan caminos y carreteras, y se desbordan represas y puentes.
Los gobiernos y los medios de comunicación inmediatamente anuncian que por culpa de la naturaleza se pierden vidas y viviendas. Lo mismo ocurrió el fin de semana pasada cuando los ríos desbordaron sus cauces y arrasaron con urbanizaciones en los distritos de Colón, Arraiján, La Chorrera y Capira. Perdimos cinco de nuestros mejores hijos. Las autoridades gubernamentales, con el presidente Ricardo Martinelli a la cabeza, denunciaron las lluvias como las culpables.
Echarle la culpa a la lluvia por la pérdida de vidas y propiedades es absurdo. Es igual que culpar al automóvil por la muerte de un peatón atropellado por la irresponsabilidad de un conductor ebrio. Igual sería decir que el arma de fuego es responsable de la muerte de alguien herida de bala. Todos sabemos que el conductor o el que dispara el arma son los responsables por sus actos. En el caso de las inundaciones hay que preguntarse quienes son los responsables.
La respuesta es sencilla. El problema es que las autoridades no quieren formular la pregunta. Los afectados, a su vez, son objeto de engaños y terminan creyendo que la lluvia o la naturaleza es la culpable. Los responsables de las tragedias son los que dan los permisos de construcción de las urbanizaciones que obstruyen el paso de los ríos y quebradas. Incluso, hay barriadas que se levantan sobre los lechos secos de ríos que sólo aparecen cuando las cabezas de agua en las serranías revientan y lanzan poderosas corrientes de agua en dirección al mar.
La semana pasada, la urbanización Nuevo Arco Iris de Colón, inaugurada hace cuatro meses, se hundió cuando las aguas buscaron su salida al mar por debajo de las casas. Arturo Alvarado, director del Sinaproc, en unas extrañas declaraciones dijo que ‘no se puede especular que las casas no están bien construidas. De no ser así, hubiera habido vidas que lamentar’. El arzobispo de Panamá, José Domingo Ulloa, respondió señalando que hay que estudiar cómo se están haciendo estas barriadas.
En La Chorrera, una urbanización que tenía cuatro años de existir fue inundada por las aguas del río Caimito cuando la barrera construida este año para proteger otro proyecto de vivienda, desvió las aguas hacia la primera comunidad. Igual ocurrió a nivel de las carreteras que unen La Chorrera (desde el oeste) y la ciudad de Colón (desde el norte) con la ciudad de Panamá que fueron interrumpidas por las crecidas de los ríos.
Obviamente la solución es construir viviendas, urbanizaciones y carreteras en forma planificada teniendo en cuenta los cursos de los ríos. Además, no confundir tragedias naturales con aquellas provocadas por la mala planificación social y urbana de los gobiernos y sus especuladores asociados. El presidente Martinelli, en forma irresponsable, declaró inmediatamente que utilizará fondos del Canal de Panamá para cubrir los gastos que tendrán que realizar los afectados por la tragedia. Todos los proyectos deben tener seguros. Si no lo tienen el gobierno debe explicar porqué carecen del más mínimo resguardo. ¿Será porque al construir las urbanizaciones los especuladores y los gobiernos saben de antemano que son de alto riesgo por las fallas inherentes a su diseño?
El presidente Martinelli insinuó que las inundaciones podrían obligar al gobierno a utilizar créditos extraordinarios que aumentarían el presupuesto del gobierno. El incremento significaría tener que aumentar el déficit fiscal y endeudar aún más al país. A pesar de la magnitud de la tragedia, Martinelli no llamó a las unidades militares del SENAFRONT para contribuir con las tareas de rescate y limpieza que afectó un área que se extiende del océano Pacífico al Atlántico.
Como un "caldo de cultivo listo para el desastre" catalogó la directora de la Fundación Panamá Sostenible, Raisa Banfield, la situación de Panamá. Según la activista ambiental y arquitecta, no se pueden evitar que las lluvias sean intensas, pero sí se puede mitigar sus efectos. Agregó que se deben cumplir con los planes de ordenamiento territorial ambiental. En el caso de los ríos Aguacate, Caimito y Trapichito en el sector oeste de la provincia de Panamá, las inundaciones afectaron un total de 650 viviendas. Mientras tanto, en los alrededores de la ciudad de Colón fueron afectadas otras 400 viviendas, aproximadamente.
La intensidad de las lluvias, normales en esta época del año, obligó a la Autoridad del Canal de Panamá a abrir las compuertas de las represas en Alajuela y Gatún para dejar pasar las aguas del río Chagres hacia el Caribe. En muchos casos, la construcción de barriadas se hace en zonas bajas, orillando los ríos, donde los inversionistas pueden especular con los bajos costos y los precios altos. Esta práctica ilegal es promovida por empresarios inescrupulosos, financieras (bancos) ávidas de ganancias y gobiernos corruptos.
Panamá, 29 de noviembre de 2012.

jueves, 22 de noviembre de 2012

La identidad panameña y el proyecto de Nación

En lo que llamamos “el mes de la Patria” – noviembre – surgió un movimiento por el fortalecimiento de la identidad panameña. No faltaron quienes se sintieron atraídos por la proclama de quienes “haciendo un llamado desesperado, un grito de alerta” – como diría Ana Elena Porras – convocaron a los panameños a sumarse a una lucha por rescatar el país.
El movimiento que reúne a una gran cantidad de personas, está preocupado por el despilfarro que experimenta actualmente el país. Es un despilfarro que va de lo económico a lo social, pasando por lo cultural. Señala que Panamá “atraviesa por un proceso de transformaciones, generado en buena medida por la incorporación del Canal a nuestra economía interna... que conduce a nuevos negocios y operaciones vinculados a las comunicaciones interoceánicas... al mercado mundial”. Sin embargo, no se percibe un avance, no progresamos como país “Estas transformaciones pueden producir un país mucho más próspero y equitativo, si corregimos a tiempo el rumbo de nuestras políticas económicas y sociales hacia objetivos de inclusión social y sostenibilidad”. 
Quienes se preocupan por la identidad panameña, hacen especial énfasis en las luchas nacionales de los panameños durante el siglo XX destinadas a recuperar la soberanía secuestrada por EEUU a principios del siglo pasado. Consideran que en la actualidad los panameños corremos un verdadero peligro. “El riesgo de dejarnos arrebatar los frutos de la lucha patriótica contra el enclave colonial, que son el resultado de muchas generaciones de panameños y panameñas, es advertencia oportuna que hacemos, a juzgar por la desnacionalización del país que observamos en el presente”.
La proclama denuncia que “se ha reducido nuestra educación a una pura dimensión instructiva, para formar empleados más dóciles y eso no nos hará más competitivos”. Expresa seria preocupación por el “menosprecio (de las autoridades por) el aprendizaje humanístico conducente a formar ciudadanos y ciudadanas con capacidad analítica, pensamiento crítico y creativo, honestos y con cultura de paz”. Además, la proclama expresa “indignación, porque nuestras autoridades persisten en restarle importancia a la memoria histórica y a la identidad nacional, generadoras de autoestima, cohesión social y personalidad individual”. Igualmente, siente un “dolor frente a las medidas económicas que profundizan la desigualdad educativa y toda esperanza de que existe un sistema de igualdad de oportunidades”.
La proclama denuncia el nuevo estilo de corrupción que se ha apoderado de los gobernantes panameños. Han convertido los símbolos patrios en mercancía que pueden generar ganancias por millones de dólares sin reproche alguno. Destacan las “inútiles inversiones que remilitarizan el país, sin disminuir la violencia... Construcciones insostenibles energética y ambientalmente... Propaganda gubernamental que pretende hacer olvidar prioridades como la construcción de escuelas suficientes y bien equipadas”. Se olvidan de la “educación integral y de calidad, en horarios completos, que forme ciudadanos que defiendan la ética y la democracia... La formación de científicos y profesionales, que impulse la construcción de un país sostenible económica, social y ambientalmente”. 
En una conferencia de prensa la profesora universitaria, Ana Elena Porras, fue enfática al decirle “
a esos políticos que traicionan a sus electores y a nuestro pueblo que no queremos limosnas, ni su circo, sino que reclamamos nuestros derechos y exigimos justicia”. A nombre del Movimiento, también le recordó a quienes se llaman autoridades políticas que los panameños “no somos maleantes, estúpidos ni ignorantes”. De manera valiente levantó la bandera de lucha y proclamó que “éste es el día en que nace la resistencia nacional, en defensa de nuestra memoria e identidad nacional”.
El Movimiento tiene muy claro que Panamá es un país con una historia rica en expresiones culturales, políticas y luchas nacionalistas. Igualmente, destaca la coyuntura favorable que presenta, actualmente, la realidad mundial para que Panamá aproveche su privilegiada posición geográfica y saque provecho del enorme potencial marítimo que posee. La proclama del Movimiento se quedó corto en un aspecto: ¿Cuál es el proyecto de Nación?
Cuando hablamos de Patria, estamos aludiendo a nuestro pasado, al legado de nuestros padres. Al referirnos a los enormes negocios asociados a nuestra posición geográfica hablamos del presente: Altas tasas de crecimiento económico y ampliación del producto interno bruto. ¿Cómo se combinan estos factores para entregarle a las futuras generaciones los elementos para que puedan construir esa Nación que todos anhelamos?
Sin duda, se requiere en forma urgente un plan de desarrollo nacional. Plan que han rechazado los gobiernos liberales y neoliberales desde la década de 1990. En el caso del gobierno del presidente Martinelli, han confundido una estrategia de inversiones  quinquenal con un plan de desarrollo.
La Nación no puede reducirse a un negocio, tal como denuncian los miembros del Movimiento por el fortalecimiento de la identidad panameña. El proyecto de Nación que todos debemos construir es una ciudadanía educada, participativa y creativa, que descansa sobre una base económica donde todos están empleados en actividades productivas. El proyecto de Nación es el conjunto de familias, organizadas en comunidades, que cuentan con una distribución equitativa de las riquezas del país. El proyecto de Nación es un territorio que es defendido y protegido por su ciudadanía organizada políticamente sin estar sometido a fuerzas militares extranjeras. 
Panamá, 22 de noviembre de 2012.

jueves, 15 de noviembre de 2012

La red bancaria en Centroamérica y Panamá

En una conferencia reciente celebrada por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) en México, planteamos que la región centroamericana está experimentando transformaciones radicales. Situamos el análisis del Istmo en el contexto de la crisis mundial. La crisis, a diferencia de lo mucho que se ha escrito, presenta nuevas oportunidades que deben aprovecharse. Los cambios a nivel mundial deben ser asumidos con cierta audacia.
En el último cuarto de siglo XX, la región fue testigo de cómo la correlación de fuerzas en la región se transformó con el triunfo de la Revolución sandinista y la victoria del FMLN. Asimismo, cómo Panamá obligó a EEUU a levantar sus estacas coloniales, evacuar sus bases militares y ceder la administración del Canal de Panamá.
La región centroamericana se encuentra en una posición geográfica muy particular. Se encuentra en la frontera donde se detuvo el avance geopolítico de EEUU a principios del siglo XX. A pesar de que han pasado 100 años, la correlación de fuerzas no se ha estabilizado creando constantes enfrentamientos, inestabilidad política y conflictos sociales. Tanto la economía “primarizada”, con su monoproducción exportadora, como la estructura industrial,  basada en la sustitución de importaciones, y su diversidad de clases sociales, estaban atravesadas por una abierta presencia norteamericana.
Los 6 países centroamericanos han emergido en el nuevo siglo con economías financierizadas (aunque dependientes). La burguesía industrial y la clase terrateniente han perdido su hegemonía, el mensaje revolucionario de la clase obrera y los campesinos han perdido parte de su energía y las capas medias se han marchitado. En cambio, las luchas centenarias de los pueblos indígenas por la defensa de sus tierras y comunidades han adquirido un nuevo perfil.
El sector bancario y financiero han crecido a tasas excepcionalmente altas mientras que los sectores productivos como la agricultura y la industria se han estancado y entrado en recesión. Ha aparecido una nueva burguesía financiera hegemónica que controla los gobiernos e intenta apoderarse de las instancias ideológicas (educación, comunicación, religiosas e, incluso, de entretenimiento).
Para romper la vieja hegemonía de la alianza agro exportadora – industrial, la fracción financiera ha pactado con sectores progresistas en todos los países de la región. En algunos casos con éxito, en otros con retrocesos. Los más salientes son los casos de Nicaragua y El Salvador, donde gobiernan partidos frentistas. También se destacaron, en su momento, los casos de Honduras (con el Partido Liberal progresista de Zelaya) y en Panamá (con el caso del PRD, antiguo brazo político de los militares nacionalistas). El golpe de Estado contra Zelaya puso fin temporal a la experiencia en Honduras. La alianza del PRD con el sector financiero entró en crisis con Martinelli.
En el pacto fueron incluidos en forma subordinada los trabajadores y campesinos, cuya fuerza ha disminuido cuantitativa y cualitativamente. Las capas medias, importantes para legitimar la nueva correlación de fuerzas, constituyen el talón de Aquiles al no poder consolidar su posición en el nuevo pacto.
 A diferencia de hace pocas décadas, la fracción financiera de las burguesías centroamericanas están tratando de consolidar una red regional a través de bancos y otras instituciones financieras que tienden a buscar oportunidades para entrelazarse y hacer negocios transnacionales. Al mismo tiempo, se ha notado una disminución de la participación de la banca norteamericana.
Se está produciendo una “integración” desde arriba que no necesita pactos intergubernamentales o de la intervención de políticos profesionales. El proceso de integración no requiere plazos para la negociación y menos la intervención de otras fracciones de la burguesía (agrícola o industrial) y menos de los trabajadores, campesinos, pueblos indígenas o capas medias.
A pesar de todo, la nueva clase hegemónica necesita el aparato del Estado para imponer sus condiciones y disciplinar cualquier disenso sea de las otras fracciones de la clase burguesa o de las clases subordinadas. A su vez, “la guerra contra las drogas” implica una fuerte militarización de los países de la región que favorece los intereses de EEUU. En cada país, el presupuesto militar supera el 20 por ciento de los presupuestos nacionales. El papel estratégico de la banca norteamericana en el lavado de dinero, producto de transacciones consideradas ilícitas, está cambiando rapidamente.
El control del Estado es fundamental para subordinar a la población y, especialmente, a los sectores organizados de los trabajadores. Hay áreas en que todos los gobiernos de la región coinciden. Estos son el control de los sindicatos obreros, de las asociaciones de trabajadores, de las cooperativas y de los estudiantes. La política dirigida a la desindustrialización ha aminorado el crecimiento de las organizaciones obreras. En el marco de este debilitamiento cuantitativo de la clase obrera, los gobiernos han redoblado sus políticas de flexibilización y desregulación. Mientras que las áreas productivas se han estancado y están en recesión, crecen las inversiones en los aparatos represivos (militar y de la policía).
El intercambio comercial entre los países de la región ha disminuido, no hay inversión en infraestructura que promueva el comercio regional, tampoco hay políticas sociales que busquen sacar ventaja de las sinergias regionales: Salud, educación, seguridad social, entre otros.
15 de noviembre de 2012.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Obama triunfa sin mucha alegría y con poca esperanza

El triunfo electoral del presidente Barack Obama no sorprendió. Los observadores políticos predecían su victoria, aún por estrecho margen. En todo caso, su triunfo fue más obra de su contrincante, Mitt Romeney, que del propio mandatario norteamericano. Durante su campaña, el presidente reiteró una y otra vez las fallas que el pueblo de su país le había criticado. En primer lugar, su obsesión por salvarle a los banqueros sus inmensas fortunas adquiridas en los últimos años. En segundo lugar, mantener y reforzar el enorme aparato militar a escala global. Por último, Obama ganó a pesar de apagar la luz de la esperanza que prendió en la campaña de 2008.
Pareciera que la estrategia de Obama y de su equipo es mantener un delicado equilibrio entre las fuerzas que intentan recuperar el poderío industrial de EEUU y los sectores que optaron por apropiarse de una creciente porción de las riquezas mundiales. Los primeros creen que pueden recuperar las tasas de ganancias perdidas en los últimos lustros incrementando la masa de trabajadores empleados a escala mundial. Los otros, apuestan a lo que llaman la “captura de las ganancias”. Es decir, adueñarse de todas las riquezas producidas sin necesidad de hacer partícipes a los trabajadores de una porción, aunque pequeña, de los excedentes.Obama repitió durante su presidencia, y continuó durante su campaña, que tenía como objetivo reducir el desempleo e impulsar el consumo de los trabajadores. Los financistas, las capas medias, los trabajadores y el mismo Obama creyeron poco en el discurso. Tenía la ventaja sobre su adversario en la medida en que éste le prometía al electorado más de la medicina que ofrecía George Bush: Pérdida de poder de compra, ninguna posibilidad de recuperar el estilo de vida que incluyera bienes de consumo duraderos - vivienda, carro, otros - reducirle los impuestos a los más ricos y continuar exportando empleos al exterior. Incluso, Romney lo enmarcó en una fantasiosa relación de “libre comercio” con América latina.Sin decirlo, Obama representa el gran capital norteamericano y sus socios globales que buscan desesperadamente una solución a la parálisis (¿recesión?) de la economía capitalista. No tienen una solución que ofrecer y temen cometer un error pueda tener resultados catastróficos. Están atrapados en un círculo vicioso que no avanza y los lanza a guerras sin estrategias y aventuras guerreristas sin fin.
Creen que el problema se reduce a resolver el problema fiscal de EEUU. Obama y los republicanos se pelean en torno a lo que llaman el “precipicio fiscal”. Es decir, la deuda de EEUU que supera el producto interno bruto, en gran parte, culpa de las guerras de Bush y el despilfarro. Obama prometió controlarlo y no pudo debido a las supuestas peleas con los republicanos. Obama insiste en que se puede equilibrar el presupuesto si los ricos pagan impuestos, si se pone fin a las guerras y se recortan programas innecesarios. Los republicanos aseguran que se puede bajar el presupuesto sin cobrarle impuestos a los ricos y aumentando el presupuesto militar.
El problema de fondo, sin embargo, es que la economía no produce las riquezas neesarias para mantener una máquina tan grande y sofisticada como la de EEUU. Se sigue endeudando imprimiendo más billetes y ofreciéndolos como crédito a todos los países del mundo. Obama tiene la obligación de parar el juego o el país se caerá por el “precipicio fiscal”.La política republicana durante la campaña prometió más guerras, más pobreza e inestabilidad global. A pesar de lo peligroso que representa este camino, muchos sectores frustrados de EEUU plantean posiciones radicales, que incluyen enfrentamientos internacionales. Para quienes racionalizan este pensamiento conservador/neo-liberal, se refugian en la tesis de la creatividad destructiva. Es decir, para reconstruir una sociedad capitalista nueva hay que destruir la existente, especialmente a las organizaciones laborales y la riqueza cultural acumulada durante varias generaciones.
Obama insistió en su programa basado en elevar los niveles de productividad, incursionar en áreas tecnológicas renovadas e incrementar la competitividad de la industria de punta de EEUU. Todos se reducen a elevar la tasa de ganancia. Este discurso presenta serias dificultades para alcanzar su objetivo. En primer lugar, para alcanzas esas promesas tiene que invertir fondos que no tiene. Por el otro, la propuesta implica dejar atrás una mayoría de los trabajadores tanto norteamericanos como del resto del mundo. Los logros en su momento pueden ser espectaculares (telecomunicaciones, el programa espacial, el internet y los inventos militares) pero su capacidad para continuar revolucionando el sistema capitalista se enfrenta a sus propias contradicciones.
El capitalismo del siglo XX – y su variante norteamericana – logró constituir un bloque hegemónico que incluyó tanto a empresarios como trabajadores en EEUU. El bloque pareció consolidarse con el colapso de la URSS y el triunfo de Obama en 2008. Incluso, la declinación económica  no hace mella significativa – aún – sobre la hegemonía cultural. Es interesante notar que según un estudio reciente, mientras que el 80 por ciento de la población norteamericana consideraba el sistema de “mercado” el mejor para EEUU en la década de 1980, en la actualidad, bajo a sólo el 50 por ciento.
El triunfo de Obama sin mucha alegría y con poca esperanza, es posiblemente una primera señal de una crisis de hegemonía que ponga fin al culto al mercado y al consumo.
El gran ausente en la campaña electoral norteamericana de 2012 fue América latina: Cuba, México y Venezuela, estrellas en la agenda política de Washington fueron opacados por otros problemas. No es que no existen. Es que para ambos partidos de EEUU, los puntos de inflexión (issues) no eran relevantes para definir las posiciones más significativas.  El discurso de Obama se olvidó de 2008, de Bush, Guantánamo, Chávez, los hermanos Castro y engavetó la migración de millones de mexicanos. Romney, a última hora, mencionó su interés en resucitar a ALCA, que podrìa convertirse en salvavidas de EEUU frente a la creciente competencia china. Obviamente, América latina ocupa un lugar en la agenda. Pero este se encuentra en el mercado cultural, alta tecnología, el control sobre la guerra contra las drogas, la dominación militar y el monopolio agrícola. No compite en las áreas de los commodities (materias primas), finanzas regionales e industria pesada o transporte.
Los próximos cuatro años de Obama estarán concentrados en negociaciones con China y sus amigos asiáticos, en someter al Medio Oriente y reordenar su alianza europea donde Alemania será el eje principal. En los márgenes de su política, tendrá cuidado de no perder de vista a Africa y a América latina. Un mal paso o una nueva correlación de fuerzas con China, sin embargo, puede tener un impacto inesperado sobre lo que hoy constituye una relación triangular entre Obama, los líderes chinos y los países latinoamericanos.
7 de noviembre de 2012

viernes, 2 de noviembre de 2012

Un tratado comercial asimétrico y desigual

La economía panameña representa aproximadamente una dos milésima (0.002) parte de la de EEUU. Por cada transacción que se realiza en Panamá, en el país del norte se realizan 500. En otras palabras, los panameños y extranjeros en el istmo producimos en 2011 – en bienes y servicios - cerca de 32 mil millones de dólares. Los norteamericanos, y la gran población extranjera que reside en ese país, generaron gracias a su trabajo cerca de 16,000 mil millones de dólares. Algo como 500 veces más que los panameños.
Si analizamos estas cifras por cada habitante, la diferencia entre los países también es significativa. Los 320 millones de norteamericanos producen anualmente – cada uno - en promedio, casi 50 mil dólares. En cambio, los panameños producimos por cada habitante 10 mil dólares al año.
La desigualdad social y económica en ambos países es muy marcada. Entre los países industrializados del mundo, EEUU tiene la tasa de desigualdad socioeconómica más alta. Panamá se coloca entre los tres países de América latina con las tasas de mayor desigualdad. América latina es la región con las tasas de desigualdad más elevadas del mundo.
En Panamá, el 20 por ciento más rico concentra más del 60 por ciento de todas las riquezas del país. Algo parecido ocurre en EEUU. La desigualdad social y económica en dos países también explica las tasas altas de violencia, el porcentaje elevado de personas encarceladas y los problemas en sus sistemas de educación y salud.
La clase obrera de los dos países se reduce anualmente y los salarios pierden capacidad de compra. Las capas medias tienden a disminuir en ambos países y su participación política se hace sentir menos con el paso de los años. EEUU era la potencia hegemónica cuando encabezaba a los países del mundo en producción industrial, exportaciones, educación y poderío militar. En la actualidad, sigue siendo el país que gasta más en inversiones guerreras. (Invierte más en producir armamentos que todos los demás países del mundo juntos). Sin embargo, ha perdido su liderazgo en los campos de la producción industrial, exportaciones y educación.
Panamá es un país sub-desarrollado (en el sentido de su producción para el mercado capitalista). En los últimos 20 años (1990-2010) ha visto su producción industrial y agropecuaria disminuir. En cambio, los sectores que especulan con las finanzas han crecido en forma significativa (representan el 80 por ciento del producto interno bruto). Igualmente, las actividades económicas asociadas con el comercio marítimo mundial: Canal de Panamá, puertos, seguros y otros.
En este marco de creciente contradicciones sociales y de incertidumbre económica, Panamá y EEUU puso en efecto esta semana un tratado de “comercio libre” cuya negociación se inició hace más de diez años y que fuera firmado en 2007. EEUU, sin embargo, no lo ratificó hasta octubre de 2011 (junto con instrumentos similares con Colombia y Corea del Sur). Además, Washington le impuso a Panamá un conjunto de acuerdos que no estaban en el pacto original. Es un acuerdo que refleja la asimetría entre las partes. El gigante económico de EEUU manejará un vehículo donde Panamá queda colgada de una ventana sin posibilidad alguna de sacar ventaja del paseo. EEUU podrá colocar (dump) en el mercado panameño todo lo que produce. En cambio, Panamá no podrá vender sus productos en el país del norte.
Según el director de la Oficina de Comercio Exterior de EEUU, Ron Kirk, “bajo los términos acordados Panamá eliminará los aranceles y otros obstáculos a las importaciones norteamericanas. El tratado, agrega Kirk, promoverá el crecimiento económico y la expansión del comercio entre los dos países”. Obviamente, el gobierno panameño no tiene algo que decir. Su silencio lo dice todo. Para Panamá el acuerdo promoverá más subdesarrollo económico y menos exportaciones a ese país. 
El acuerdo final se logró cuando hace unas semanas el presidente Ricardo Martinelli firmara una adenda permitiendo que EEUU aplicara su legislación sobre propiedad intelectual y patentes en Panamá. Panamá también permitirá que EEUU utilice sus mecanismos de resolución de conflictos en el país. Panamá es uno de los pocos países del mundo que permitió que EEUU reemplazará su propia legislación por reglamentos norteamericanos en esta materia.
Según la oficina de Comercio Exterior de Washington, el tratado le permitirá a EEUU introducir al mercado panameño, entre otros productos, arroz y azúcar. Panamá es un importante productor de arroz para una población que privilegia el consumo de ese rubro. El gobierno panameño ya le ha notificado a los agricultores de arroz que cambien de producción para acomodar el arroz norteamericano. Cuando la oficina de Comercio Exterior de EEUU se refiere al azúcar hay indicios de un cambio histórico de política. Desde principios del siglo XX, Panamá exporta azúcar (de caña) a EEUU.
En 2010 las exportaciones de EEUU a Panamá sumaron un total de 8.2 mil millones de dólares. Panamá, a su vez, sin incluir los servicios marítimos (Canal de Panamá) y bancarios, le exportó a EEUU menos de 500 millones de dólares. Con el tratado, EEUU proyecta que sus exportaciones aumentara a 20 mil millones de dólares. Panamá no se beneficiará. La relación entre ambos países continuará con los mismos vicios de desigualdad, asimetría y sólo beneficiará a una de las partes.
1º de noviembre de 2012.