domingo, 29 de julio de 2012

Se avecina guerra financiera con la OCDE

En la década de 1970 un sector de los rentistas panameños (propietarios urbanos, intermediarios comerciales y especuladores) se percató que en el negocio financiero de la banca descansaba su futuro. Guiados por la mano de las agencias norteamericanas y un grupo de abogados especialistas en la materia, convencieron al gobierno militar de aquel entonces sobre las bondades del nuevo negocio. En 1972 se aprobó la Ley bancaria que tenía como meta convertir a la ciudad de Panamá en un centro internacional de transacciones financieras.
Entre 1972 y 1987 el centro bancario panameño floreció a la sombra del Canal de Panamá, la Zona Libre de Colón y, sobre todo, con la expansión de los eurodólares (o petrodólares) y el incremento exponencial del lavado de dinero producto del tráfico de drogas comandado por los centros de poder en EEUU. En la década de 1980, otras ciudades en EEUU – especialmente Miami – quisieron apropiarse del negocio. Consideraban que la plaza bancaria panameña no tenía los méritos necesarios. Por estas razones y otras parecidas, Washington declaró culpable al gobierno militar panameño de esa época de ser narcotraficante (todavía no habían creado el eufemismo de “narcoterrorista”) y poco democrático. La banca panameña sufrió una baja en los depósitos y en sus activos. Gran parte migró a Miami que creció rapidamente entre 1987 y 1990.
Lentamente, después de la sangrienta invasión militar norteamericana de 1989, la banca comenzó a recuperarse. Sin embargo, no fue hasta después del traspaso – 1999 - de la administración del Canal de Panamá al gobierno nacional que las operaciones bancarias en la ciudad de Panamá comenzaron a crecer con nuevo ímpetu. La política de desestabilización regional de EEUU contribuyó enormemente al despegue de la banca panameña. El financiamiento de la “guerra contra las drogas” en México, la militarización de Colombia, la guerra de “bajo perfil” contra Venezuela y los operativos en Centro y Sur América convirtieron a Panamá en un centro financiero clave.
En 2007 se sumó a todas las actividades económicas la ampliación del Canal de Panamá con una inversión de 5.250 millones de dólares. La banca panameña dejó atrás su experiencia de la década de 1980 y los especuladores piensan que llegaron al “fin de la historia”. Es decir, el “emporio comercial” soñado se ha hecho realidad. Activos que alcanzan los 90 mil millones de dólares y depósitos de 60 mil millones de dólares daban pie para semejantes creencias. La utilidad del sector en 2011 fue de 1.314 millones. En 2011 se registró un incremento en las inversiones extranjeras del 18 por ciento. Un total de 2.8 mil millones de dólares. Los rentistas creen firmemente en el lema de que “Panamá es el centro del mundo y corazón del universo”.
Desafortunadamente para este grupo de banqueros, que han logrado imponer sus dogmas sobre el país, el pueblo panameño no ha dejado de pelear y proponer alternativas para un país en que los trabajadores puedan tener un espacio decente para sus familias. Además, la competencia internacional considera que la avaricia de los banqueros establecidos en Panamá se pasa de la línea. Según un diario de la localidad, la banca en otros países quiere frenar a los operadores en Panamá. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) se reunirá en septiembre para “realizar un escrutinio del manejo de la transparencia fiscal en el país y sus respectivas deficiencias” (sic). ¿Cuáles son estas deficiencias?
La nota periodística señala que “una de las principales quejas de la OCDE es la existencia de acciones al portador (en el sistema panameño)... Estos instrumentos atentan contra los esfuerzos de las economías desarrolladas en su lucha contra el blanqueo de capitales, el financiamiento del terrorismo y la evasión fiscal”. Parece un párrafo sacado de las arengas del Departamento de Estado norteamericano en los tiempos del general Noriega (1987-1989). La OCDE asegura que tiene las herramientas para influir sobre los países débiles para que adopten sus peticiones como “las listas negras y prohibiciones comerciales contra los países que no adopten su agenda”.
No menciona que tienen el armamento militar para destruir cualquier resistencia como lo saben países como Panamá (1989). Se suman países como Yugoslavia (que desapareció), Iraq (destruida), Siria (en proceso de ser aplastada) y muchos otros.
EEUU y la OCDE insisten en que las leyes panameñas deben cambiar para favorecer las operaciones bancarias de los países (fuertes) de Europa y EEUU. (En este último país se destaca el ejemplo del estado de Delaware, que tiene un sistema bancario especializado en el lavado de dinero).
La OCDE, en un toque de humor que destaca el diario panameño, señala que la actual crisis financiera del capitalismo es el resultado de “crecientes cargas tributarias necesarias para financiar el incremento de la participación del Estado en la economía”. Agrega que es “una tendencia importante en los últimos años que ha desembocado en múltiples crisis financieras en EEUU y en Europa”. Los ideólogos de la OCDE viven en un mundo puesto de cabeza y creen que pueden convencer al mundo de que el sistema que los hace a ellos más ricos, mientras que el resto del mundo se empobrece, es eterno.
Panamá, 26 de julio de 2012.

jueves, 19 de julio de 2012

Hacia la regulación de las drogas ilícitas

No existe un “buen” prohibicionismo ni la mejor “guerra contra las drogas”, advierte Juan G. Tokatlián, sociólogo colombiano. Todo intento por confundir el actual debate sobre despenalización con la legalización busca generar miedo a nivel del ciudadano. En mi artículo publicado la semana pasada hice referencia a las políticas represivas antidrogas - a escala global - de EEUU. Estas sólo contribuyen a aumentar el tráfico de los ilícitos, incrementan el lavado de dinero y provocan la pérdida de más vidas inocentes. Ahora corresponde analizar una posición que presenta una alternativa viable para enfrentar el flagelo de las drogas ilícitas y el lavado de dinero.
Según el Informe Mundial de las Drogas de 2011, preparado por la ONU, en el mundo hay cerca de 200 millones de personas que consumen drogas. De acuerdo con el informe, los que abusan sistemáticamente del consumo de marihuana, cocaína, heroína o metanfetaminas suman entre 15 y 39 millones de personas. Representan mucho menos que el uno por ciento de la población mundial. El informe de la ONU afirma que hay 150 mil hectáreas de coca sembradas. No hay datos precisos sobre la marihuana cuya producción se concentra en EEUU. El lavado de dinero se ubica entre el 2 por ciento y el 5 por ciento del producto (económico) mundial. Es decir, entre 800 mil millones de dólares y dos millones de millones de dólares.
Según Tokatlian, director del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la Universidad Di Tella en Buenos Aires (Argentina), los grupos sociales (personas) afectadas directamente con las prácticas coercitivas y persecutorias son los campesinos y trabajadores temporales vinculados al cultivo de plantíos y al levantamiento de las cosechas. Igualmente, los indígenas y pobres rurales que deben sufrir los efectos de políticas de erradicación forzada y química de plantaciones. Los habitantes de barrios humildes que son el escenario de pugnas territoriales violentas en la que participan traficantes adiestrados, cuerpos de seguridad corruptos, políticos deshonestos y organizaciones criminales. Los jóvenes que son víctimas de luchas entre mafias y tantos otros que constituyen el eslabón débil de una cadena que culmina en un negocio lucrativo para unos pocos.
El análisis de Tokatlián demuestra que los grupos vulnerables terminan muertos, en las cárceles, sin acceso a la salud y carentes de oportunidades alternativas de una vida digna. Los que obtienen beneficios jugosos de un emporio ilegal gozan de sus lujos e inversiones intocadas y también de su fama social entre clases pudientes que suelen darles la bienvenida a los “nuevos ricos”. Se benefician de su inserción económica y política y ante un Estado parcialmente inmovilizado por la colusión de intereses entre algunos funcionarios y las organizaciones criminales. La dualidad prohibicionista sólo ha servido para ampliar las brechas sociales, las inequidades económicas, las diferencias políticas y las asimetrías internacionales. Por ello, no existe un “buen” prohibicionismo ni la mejor “guerra contra las drogas”. El problema no se puede retocar parcialmente, hay que reformularlo.
Hay que distinguir entre legalizar y despenalizar, dice Tokatlián. Despenalizar es distinto a legalizar. La legalización implica la liberalización completa de las drogas. Puede determinarse legal el consumo de una o varias drogas o establecerse la legalidad de toda la cadena vinculada al fenómeno de las drogas. La despenalización, por su parte, es una iniciativa que modifica específicamente la legislación de drogas. Pueden despenalizarse algunas drogas (por ejemplo, Holanda despenalizó las llamadas drogas “blandas” como la marihuana) o todas (por ejemplo, Portugal). Pueden establecerse topes precisos a la dosis personal. Por ejemplo, la República Checa contempló la despenalización siguiente: hasta 15 gramos de marihuana, 1,5 gramo de heroína, un gramo de cocaína, dos gramos de metaanfetamina y cinco píldoras de éxtasis.
¿Qué se puede hacer? Tokatlián propone tres ideas:  En primer lugar, hay que poner fin a la persecución criminal de la ciudadanía. Hay que cuestionar la legislación contra las drogas ilícitas que entran en contradicción con el régimen de derechos humanos, con el de medio ambiente y con el de salud, entre otros.
En segundo lugar, agrega el sociólogo colombiano, es bueno tener en cuenta que la mejor política antinarcóticos es una buena política pública en materia de educación, empleo, seguridad ciudadana, lucha contra la corrupción, relaciones cívico-militares, entre otras. El problema de las drogas es un síntoma de algo mucho más hondo y su eventual superación requiere afrontar las dificultades y retos estructurales que lo nutren y multiplican. De lo contrario, se tenderá a reforzar la idea de que se necesita un arsenal de medidas cada vez más punitivas para afrontar los dilemas derivados de la cuestión de las drogas. Por último, la polémica prohibición o legalización es ideológica y puede volverse cada vez más dogmática. Una alternativa para evitar una controversia frustrante es mediante la consideración de una política de regulación modulada.
Hay que diseñar y ejecutar un tipo de regulación específica por droga de acuerdo con los daños que cada sustancia psicoactiva ilegal causa. En consecuencia, se busca desagregar el universo de las drogas ilícitas existentes, pues no todas son idénticas en su naturaleza y efecto. Por lo tanto, se requiere el establecimiento de distintos regímenes de regulación, concluye Tokatlián.
Panamá, 19 de julio de 2012.

jueves, 12 de julio de 2012

El “pasillo” de las drogas

Según Barak Obama, presidente de EEUU,  Panamá es el ‘pasillo’ de las drogas que salen de Colombia. Evita señalar, sin embargo, que EEUU financia las operaciones y es el mayor consumidor de drogas ilícitas del mundo (algunos calculan que el consumo de la población de ese país supera el 50 por ciento de toda la producción mundial). El gobierno norteamericano publicó su informe anual sobre la Estrategia Internacional de Control de Narcóticos (INCSR), elaborado para el Congreso con propósitos mediáticos. El documento presenta la posición política de Washington frente a los países con los cuales tenía pactos militares en  la lucha por controlar todos los aspectos del tráfico internacional de drogas en 2011.
La creciente militarización del Istmo, dirigida por EEUU (compra de armas y adiestramiento), no contribuye a sacar a Panamá de lista nefasta de países traficantes fabricada por Obama. Seguimos siendo parte del grupo de países que más drogas ilícitas producen o en los que hay mayor tráfico. Estamos en compañía de países asiáticos como Afganistán, Birmania, India, Laos y Pakistán. EEUU también destaca otros países centroamericanos, suramericanos, caribeños y México. A Venezuela lo incluye para presionar políticamente el gobierno de ese país.

Para mantener su influencia en la región, EEUU ha militarizado a la Policía panameña y monta espectáculos mediáticos en supuestos escenarios "selváticos" del Darién, la costa caribeña de Veraguas y en Kuna Yala (donde acechan todos los peligros de nuestras fantasías creadas en Hollywood y Disneyworld).
En otro golpe mediático, el ministro de Seguridad panameño acusa a los partidos de oposición de estar infiltrados por financistas narcotraficantes. Tergiversa la realidad actual y se olvida (o ignora) la historia de este país. En la década de 1940 las bases militares norteamericanas eran un hervidero de tráfico de drogas para financiar operaciones clandestinas norteamericanas de todo tipo. Para garantizar estos movimientos de ilícitos y dinero comprometieron a la Policía de aquel entonces comandada por Remón, quien fuera elegido Presidente de la República en 1952. Tres años más tarde Remón fue asesinado por un sicario de la mafia de Nueva York. La conspiración dejó todas las preguntas sin respuestas.
Desde entonces, EEUU ha utilizado a Panamá - con o sin la Zona del Canal - como trampolín para sus actividades ilícitas que incluyen el tráfico de drogas en asociación con toda clase de personajes panameños. No cabe duda que entre ellos se encuentran muchos políticos, tanto de un bando como del otro. No hay que olvidarse que todos los personajes locales son meras mulas en las recuas que operan en el país, como Remón (asesinado), Noriega (en Renacer) y el primo de Martinelli (condenado en México).
El baile de marionetas que ha montado EEUU le cuesta caro a Panamá en vidas humanas, desarrollo de la juventud y dignidad. Sólo en gastos de los estamentos de Seguridad del gobierno, Panamá despilfarró 1,500 millones de dólares en los tres últimos años en juguetes de guerra. Una vergüenza nacional.
Preocupan mucho las palabras del exsecretario de Defensa (Pentágono), Robert Gates, quien dijera que “la fuerza pública panameña es militar en todo, menos en el nombre”. Lo dijo en 2008 para justificar el apoyo militar que Washington le proporciona al ‘ejército’ de Panamá.
Pese a la enorme inversión en Seguridad, la tasa de homicidios se ubica en 9.5 por cada 100 mil habitantes. Hay dos crímenes cada 24 horas. En nombre de la defensa nacional y del ataque ‘frontal’ al crimen organizado, el país ha hecho una inversión sin precedentes en la especialización y equipamiento de sus estamentos. ¿Tendría el general Noriega mil millones de dólares para sus Fuerzas de Defensa? El presupuesto del Ministerio de Seguridad Pública en 2012 es de 548 millones de dólares,  el año pasado fue 420 millones y en 2010, 515 millones de dólares.
El presidente Ricardo Martinelli y el ministro de Seguridad aún tienen pendiente la tarea de garantizarle a la ciudadanía la tranquilidad que le prometieron durante la campaña electoral. El rosario de leyes que han aprobado en los últimos tres años de gobierno sólo consolida el crimen organizado en el país. La tasa de homicidios en 2012 sigue igual en comparación con el mismo período de 2011. Un total de 355 homicidios durante los primeros seis meses de 2012. Los casos se concentran en el corregimiento capitalino de Calidonia y en Mateo Iturralde y Belisario Porras (distrito de San Miguelito), según las estadísticas oficiales.
Según la encuesta de Ipsos TGM, realizada para Telemetro y La Estrella de Panamá en junio de 2012, el 72 por ciento de los panameños opinó que el principal problema que enfrenta es el aumento del precio de la canasta básica. Al mismo tiempo, el 66 por ciento plantea que lo más preocupante es la inseguridad, la violencia y la delincuencia. Lástima que el presidente Obama no tiene un observatorio en la Casa Blanca para medir la violencia y la delincuencia que provocan sus políticas militaristas en Panamá. Otro estudio de Ipsos — para la Cámara de Comercio — revela que el 54 por ciento de los encuestados percibe un incremento de la delincuencia en Panamá.
Panamá.
12 de julio de 2012. 

jueves, 5 de julio de 2012

Freddy Britton ¡Presente!

Recuerdo que era un sábado, temprano, cuando entró al recinto Freddy Britton. Estaba solo y yo también. Los dos nos sentamos y comenzamos a hablar. Parecía aún más joven de lo que le calculaba (26 años de edad). Se notaba una barba afeitada, un rostro sin arrugas, ni marca alguna. Hablaba de manera pausada, como un hombre que iba de prisa pero caminando sin apuro. Era alto con aspecto atlético, con una mirada incisiva, penetrante, decidida.
Estábamos a principios de 1970, algo más de un año del golpe militar de octubre de 1968 cuando la Guardia Nacional había derrocado al gobierno que apenas tenía 11 días de vida. Freddy me hizo un esbozo de la situación política del país. La cúpula de la Guardia Nacional no lograba estabilizar el país, producto de las divisiones en su propio seno y, sobre todo, las relaciones confusas al interior de una oligarquía corrompida y las conspiraciones constantes de las agencias norteamericanas.
Apenas unos meses antes, el 29 de noviembre de 1969, los esbirros de la Guardia Nacional habían asesinado a Floyd Britton, hermano de Freddy, en la cárcel de la isla de Coiba. Muchos testigos presenciaron las torturas a las cuales fue sometido Floyd, simplemente por ser un dirigente estudiantil. No fue detenido legalmente y mucho menos juzgado. Lo secuestraron delante de su familia en su propia casa días después del golpe y estuvo detenido durante un año en la Cárcel Modelo. De allí lo llevaron a Coiba. Sus restos jamás fueron encontrados.
En ese escenario de lucha, Freddy encabezaba el Movimiento de Liberación Nacional (MLN)  29 de Noviembre, proyecto de ejército guerrillero recién creado para resistir la represión gubernamental. El MLN tenía tres frentes de guerra en el entorno de la ciudad de Panamá. Uno en Cerro Azul, donde quería crear una base de apoyo para las operaciones en la ciudad capital. Otro en La Chorrera, al oeste del área metropolitana donde existía una aguerrida tradición de lucha. El MLN tenía el tercer frente enclavado en la misma ciudad, en la zona céntrica y en todos los barrios. Era una red de apoyo urbana que tendía a crecer como resultado de la simpatía que encontraba la juventud guerrillera en la población.
Freddy no me habló de los planes militares inmediatos. Tenía una visión muy clara de las contradicciones que emergían del desarrollo capitalista en aquella coyuntura y de los conflictos que generaba la ocupación norteamericana de la Zona del Canal. La cuestión social (creciente explotación de los trabajadores) y la cuestión nacional (la lucha contra la colonia “zoneita” que rodeaba el Canal), constituían dos aspectos centrales en la lucha contra la Guardia Nacional. La población y, especialmente, la clase trabajadora en 1970 apoyaba con entusiasmo las banderas nacionalistas y socialistas del MLN.
Durante la conversación, que se prolongó varias horas, Freddy me convenció de que su entrega a la causa sería permanente. Su compromiso con Panamá – su juventud, sus trabajadores y mujeres – era inamovible. En todo el rato su voz profunda no cambió, quizás el tono se elevaba cuando se refería a su hermano y a los otros compañeros caídos en combate en los frentes de guerra. Pero los muertos quedaban en el pasado, su visión estaba puesta en el presente y en el futuro donde se encontraban las luchas y el triunfo de la causa del pueblo panameño.
Freddy vestía una guayabera sencilla, muy panameña, y en una época donde la prenda era muy popular. Cuando se levantó no se despidió. Me percaté de su aplomo y decisión. Se fue caminando sin apuro pero con prisa para llegar a su próximo compromiso. Me hizo una señal de que seguiríamos trabajando juntos por el Panamá que ambos queríamos transformar. Seguimos de cerca los avances de la estrategia del MLN que cosechaba triunfos y, a veces, era objeto de emboscadas fatales por parte de la Guardia Nacional.
El golpe más certero que recibió la guerrilla de la juventud panameña fue el resultado de un cambio de estrategia del gobierno militar. El general Torrijos había reunido un equipo oligarca para conformar su primer gabinete. Pero comenzó a incluir elementos que cuestionaban la explotación de los trabajadores y, además, la presencia de la potencia colonial norteamericana. Los dos discursos de Torrijos en Puerto Armuelles, apoyando al Sindicato de los trabajadores de las fincas bananeras, y en la Plaza 5 de Mayo preguntando ¿”gobernador de qué?”, al referirse a la presencia de la colonia norteamericana, modificaron la correlación de fuerzas en la lucha ideológica.
Freddy y sus compañeros más cercanos sintiendo la creciente presión militar negociaron su salida del país hacia México donde permanecieron varios años haciendo planes para el retorno. Finalmente, en 1978 se reincorporaron y desde ese momento Freddy continuó la lucha por las transformaciones del país. Lucha que se traducía en educar, movilizar y organizar a los trabajadores en todas sus formas.
Ese fue su compromiso hasta el último día de su vida, sesgada por una cruel enfermedad. Freddy murió el 28 de junio de 2012 y, a pesar del paso de los años, nunca abandonó el espíritu joven- que conocí aquel sábado temprano - que moldeó su pensamiento y su acción revolucionaria.
Panamá, 5 de julio de 2012.