Los pueblos del mundo hacen un alto hoy para reconocer las luchas de las mujeres para hacer valer sus derechos humanos, sus derechos políticos y sus derechos como trabajadoras. La historia humana nos presenta una mujer combativa pero subordinada en sociedades machistas. Es la historia de los dominantes, escrita por los hombres.
A pesar de ello, las mujeres campesinas, esclavas y obreras siempre han ocupado posiciones de vanguardia en las luchas de los pueblos. Además, han librado batallas importantes en la consecución de sus derechos como personas. En los últimos 200 años, las mujeres obreras ocuparon posiciones destacadas en la defensa de los derechos fundamentales en el trabajo. Así mismo encabezaron las luchas por el reconocimiento de la familia e, igualmente, por el sufragio. En el plano internacional, las mujeres trabajadoras celebraron su primera reunión en 1907 cuando organizaron la primera Conferencia Internacional de las mujeres socialistas con la participación de 58 delegadas de 14 países. La reunión comprometió a varios partidos progresistas a apoyar la lucha por el voto femenino. La resolución fue elaborada por tres mujeres que dejaron su huella histórica: Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo y Alexandra Kollontai.
En el caso de Panamá, muchas mujeres se colocan en la vanguardia de las luchas de los partidos políticos, asociaciones cívicas y gremios profesionales. Mujeres de la talla de la abogada Clara González, de la educadora Sara Sotillo y de la dirigente obrera Marta Matamorros, junto a muchas otras, sembraron una semilla que florece más fuerte con cada nueva generación.
No quiere decir que las mujeres pueden descansar. Al contrario su lucha continúa y, a veces, pareciera que se hace más dura. El ejemplo actual de las batallas del pueblo ngobe y buglé es un claro ejemplo. El movimiento, que es reprimido violentamente por el gobierno nacional, es dirigido con sabiduría y mucha habilidad por la cacique Silvia Carrera.
En el marco de los acuerdos de reprimir a los pueblos indígenas panameños, el gobierno desató durante tres años seguidos (2010 a 2012) ataques a los ngobe buglés derramando mucha sangre, causando 5 muertes y más heridos. El gobierno tiene como premisa desde 2007 – cuando se adoptó en los ejercicios militares Panamax en el área del Canal de Panamá, encabezados por EEUU – que los indígenas son potencialmente subversivos y supuestamente ponen en peligro la seguridad del hemisferio.
Según un informe recién publicado por la Comisión de Observación, que cita artículos de prensa de La Estrella de Panamá, el Servicio Nacional de Fronteras y la Policía Nacional utilizó tácticas militares para reprimir a los indígenas y, muy especialmente, a las mujeres. El informe recoge cuatro testimonios de mujeres indígenas que fueron violentadas por agentes del SENAFRONT y de la Policía bajo el pretexto de que las madres de familia ngobe eran agentes subversivas. Es la táctica que aprenden en sus clases dirigidas por especialistas norteamericanos (¿con experiencia en Guantánamo?) Ana, María, Carla y Neir son heroínas panameñas y ngobe en las luchas de las mujeres en cualquier parte del mundo.
Según el testimonio de Ana, quien fue herida por un disparo de perdigón y llevada detenida a un bus, “me pusieron en el último asiento y comenzaron a subirme la ropa y a tocarme mis partes íntimas. Unos me tocaban y el resto se reía... Después quedaron sólo dos conmigo y los dos sacaron su cosa y querían metérmela en la boca”.
El testimonio de María señala que “unas unidades de Senafront me arrastraron hacia un bus mientras me gritaban ‘¡Chola hija de puta, sabes tirar piedra ahora sí vas a tirar piedra!’ Llegamos a un aeropuerto y ahí estaba la guardia de darienitas quienes nos decían que ‘ las vamos a coger por delante y atrás, vas a ver que vas a sentir un poquito de ardor’. Nos llevaron al cuartel de David. Nos revisaron, nos quitaron la ropa y nos pegaban. Estuvimos de pie por más de 48 horas, si nos sentábamos nos pegaban. Tengo la barriga toda inflamada. Estuve casi dos días sin dormir”.
Según Carla, “me agarraron en el cruce de Las Lajas con San Félix, me amarraron las manos, me pegaron y me tiraron gases lacrimógenos en la cara. Me metieron en un bus y nos decían: ‘Las vamos a violar, vamos a hacer lo que nosotros queramos’. Nos cacheteaban, nos pegaban con el tolete... no nos dejaban ir al baño solas, nos acompañaba una policía mujer y un hombre que a mí me subió la ropa y me tocó las partes”.
Neir estaba en compañía de sus dos hijas cuando la agarraron los agentes de la Policía en el baño de un restaurant donde trató de esconderse. “En eso vino un fronterizo y nos montó en un bus que nos llevó al aeropuerto de Las Lajas. Nos dejaron de rodillas bajo el sol desde las once de la mañana hasta las dos de la tarde. Éramos nueve mujeres. En todo ese tiempo nunca nos dieron comida ni agua. Cuando estábamos en el aeropuerto decían que yo era terrorista y que estaba transportando droga y bala. Esto por supuesto era falso”.
Según Carla, “me agarraron en el cruce de Las Lajas con San Félix, me amarraron las manos, me pegaron y me tiraron gases lacrimógenos en la cara. Me metieron en un bus y nos decían: ‘Las vamos a violar, vamos a hacer lo que nosotros queramos’. Nos cacheteaban, nos pegaban con el tolete... no nos dejaban ir al baño solas, nos acompañaba una policía mujer y un hombre que a mí me subió la ropa y me tocó las partes”.
Neir estaba en compañía de sus dos hijas cuando la agarraron los agentes de la Policía en el baño de un restaurant donde trató de esconderse. “En eso vino un fronterizo y nos montó en un bus que nos llevó al aeropuerto de Las Lajas. Nos dejaron de rodillas bajo el sol desde las once de la mañana hasta las dos de la tarde. Éramos nueve mujeres. En todo ese tiempo nunca nos dieron comida ni agua. Cuando estábamos en el aeropuerto decían que yo era terrorista y que estaba transportando droga y bala. Esto por supuesto era falso”.
Así como estas cuatro, todas las mujeres ngobe que luchan son hoy heroínas.
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