El discurso del presidente Ricardo Martinelli - el 2 de enero - con su rendición de cuentas a la Asamblea de Diputados causó conmoción en la clase política panameña. Las palabras del mandatario fueron cuidadosamente seleccionadas y tenían como objetivo crear el clima propicio para dar inicio a la campaña política que culminará con las elecciones generales en mayo de 2014.
El listado de obras de su gobierno que se destacó en su presentación, fue opacado por sus ataques a una fracción de la clase empresarial que se ha alejado de su gestión en años recientes. En vez de atacar a los partidos opositores como suelen hacer los políticos tradicionales, en esta ocasión Martinelli apuntó su artillería pesada contra los grandes empresarios que critican su estilo de gobierno. Hay que hacer la salvedad que la fracción de la clase empresarial que hostiga a Martinelli lo hace por razones políticas y no económicas.
En sus ataques, Martinelli privilegió a los grandes empresarios que pasan “agachados” sin pagar sus impuestos. Destacó al sector bancario, a los comerciantes de la Zona Libre de Colón y a la única línea aérea panameña. Al mismo tiempo, arremetió contra los medios de comunicación que mantienen una crítica abierta a la supuesta corrupción: compra de armamentos, transferencia gratuita de tierras de la Nación, venta de visas de migración y otras.
En un lenguaje llano, Martinelli acusó a estos sectores de ladrones y de corruptos. Insistió en que el gobierno necesita fondos para desarrollar sus obras. “Para lograr estos cambios necesitamos dinero, plata, billete, money, fluss, chen-chen. Esos recursos tienen que salir de algún lado. Les metimos la mano en el bolsillo a los empresaurios. Y eso no nos lo perdonan”.
El enfrentamiento provocado por Martinelli tiene como fundamento medias verdades. En realidad, no son los grandes empresarios panameños quienes desembolsan parte importante de los recursos que recauda el Estado para su funcionamiento. Durante casi un siglo de dominación, ellos han sabido como evadir el pago de sus obligaciones con la sociedad. Los ingresos del gobierno son, en su gran mayoría, tributos que provienen del manejo de la ruta de transito (Canal de Panamá) e impuestos a las transacciones comerciales.
En su discurso, el presidente Martinelli también mencionó a los sectores populares y, especialmente, a la población más pobre. Como de costumbre, al igual que gobernantes anteriores, tergiversó los datos como los de desempleo y pobreza. Señaló que la “pobreza ha disminuido… (gracias a) la beca universal, el aumento del salario mínimo, creando buenos empleos, el programa 100 para los 70, la red de oportunidades, proyectos de vivienda, Jumbo ferias, titulaciones masivas…”
También reconoció que la “bonanza (económica) impone la responsabilidad de ir cerrando la brecha económica y social entre ricos y pobres”. Agregó que el país “no puede seguir siendo un país de mucha riqueza, con un pueblo que la crea y no la disfruta”. Reconoció que el gobierno (no) puede seguir siendo un administrador de la pobreza nacional y de esperanzas colectivas que no se cumplen, por el egoísmo de pocos”. Concluyó enfatizando que “tomamos una decisión histórica y costosa: Cambiar el orden injusto de las cosas. Poner los intereses del pueblo primero”.
Las políticas de Martinelli, sin embargo, han ido en la dirección opuesta a su discurso. La brecha entre ricos y pobres se ha seguido abriendo. Igualmente, reconoce que es el pueblo trabajador que crea toda la riqueza, pero no permite que la disfrute. En su discurso Martinelli se contradijo y señalo que continuará “administrando la pobreza nacional”. Enumeró todos los programas focalizados dirigidos a engañar al pueblo, especialmente a los más pobres. En parte alguna de su intervención, concretó como pretende “cambiar el orden injusto de las cosas”.
La táctica política del discurso consistió en tomar distancia del grupo que el mandatario llamó empresaurios, colocándolos en la vanguardia de los partidos tradicionales de oposición. En cambio, aseguró que su campaña política será “con el pueblo” que recibirá los frutos de su trabajo mediante la expansión y ampliación de programas oficiales focalizados, como becas universales y “100 para los 70”. Es decir, continuar con la política “clientelista” hasta las elecciones de 2014.
Martinelli sacó a sus “enemigos” de su propia clase de sus baluartes y les declaró la guerra abiertamente, disminuyendo el papel de los partidos. Con esta táctica, espera neutralizar sus errores políticos – que producen bajas en su popularidad - provocando escaramuzas constantes con sus contrincantes. Todo indica que en 2012 dirigirá sus esfuerzos a hegemonizar al Partido Panameñista utilizando la táctica del caballo de Troya: Socavarlo desde adentro. En el caso del PRD, buscará la manera de desgajar a la vieja estructura “torrijista” ya dividida.
Con este panorama anunciado por el presidente Martinelli, a los sectores populares les queda resistir la creciente represión de los nuevos aparatos de “seguridad”, así como enfrentar la desarticulación del sector productivo del país que crea más empleo informal y precario. A la vez, tiene que reconocer el quiebre anunciado por el presidente y buscar nuevas tácticas que van desde la opción electoral, la formación de alianzas y la consolidación de la unidad para constituirse en alternativa de poder.
Panamá, 5 de enero de 2012.
Marco:
ResponderEliminarTe felicito por este blog que nos permite conocer el pulso de Panamá y sus grandes contradiciones así como los sucesos impotantes
Desde Puerto Rico,
Carlos Pérez Morales
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